Aquel Bagre, y sus vecinas carpas, nunca sabrían que les pasaba, apenas entendían esto de respirar debajo del agua, algo lejano a la mayoría de los hombres. Hombres, que habían decidido, bajo la sinrazón del salvaje faltante de líquido elemento, mudarles. Con rudimentarias redes, de igual modo que hace siglos, otros hombres, estos actuales, les atrapaban para llevarles a otro destino húmedo, de mayor expectativa acuática que su moribundo, hasta hoy hogar. Acaso, alguno de los miembros de la poca distinguida familia de los Osteichthyes, identificadas como Cyprinus carpio, sospechaba por una milésima de segundo de su destino, pero lo olvidaba inmediatamente; por el contrario Andrés, uno de los hombres, se preguntaba si esto también pasaría con ellos y en ese caso, si sus pares, como los peces, solo pensarían lo inmediato, sin planificar nada más allá de los 4-5 minutos siguientes. Y prolongó su reflexíon, mientras se esforzaba junto a sus ayudantes piscícolas en remover las redes plenas de ejemplares, y pensó, si como estos, los hombres tendrían la suerte de que otros hombres o los dioses por elevación , se estuvieran preocupando, para después ocuparse, del destino de su especie humana, intuyendo habría, como hay para los peces, más lagunas, más ríos, lagos, en definitiva una tierra más sana, ¿Sería eso posible?...como el Bagre, como la carpa, Andrés no sabía su futuro, o sí, debía levantar esas redes, para darle otra oportunidad a esos suertudos sin reflexión.
CARLOS M CUERVO LEAL