
@Alice_Berlin
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17 enero, 2021 a las 12:09 pm ver respuesta
Os dejo mi relato publicado en tuiter @Alice_in_Berlin (perfil público) y en instagram @alice.in.berlin (perfil privado):
"Los animales se revolvían en el aula, cada uno pendiente de ocupar su espacio y proyectar sus cualidades. Allí, en primera fila, el lirón careto aguardaba inquieto, con sus orejas bien dispuestas a detectar los pasos del profesor avanzando por el pasillo y dar la señal de alarma. La pequeña comadreja, igual de ágil y despierta, se atrevió incluso a salir de detrás del pupitre y acercarse a la puerta, pero de inmediato dio un respingo y se sentó rápidamente a la mesa verde, mientras el jabalí a su vera rebufó del susto, un tanto harto de estar sentado. Ya todos, hasta el distraído esturión, que no solía estar al tanto de los movimientos, se habían percatado de que llegaba la maestra. Entró Dña. Pilar, como siempre, con paso firme y seguida de Dña. Pepita, la asistente del colegio, lo que motivó un rumor colectivo guiado sobre todo por los ruidos de la hiena. Dña. Pepita, siempre enfundada en su bata blanca de parvulario, cargaba a duras penas con un tocadiscos. La clase era de literatura, así que la presencia del armatoste sorprendió aún más a aquel pequeño zoo de cachorros. Dña. Pilar tuvo que repartir unas miradas gélidas sobre los más revoltosos y no hubo necesidad de amonestarlos, porque bastaba su autoridad. Una vez que estuvo instalado el aparato con ayuda de la liebre, que siempre estaba dispuesta a colaborar, la maestra sacó un disco y lo puso. Todos contuvieron la respiración, con las miradas del alcotán y el búho tan fijas que pareciera que se les escaparan los ojos de las cuencas.
Entonces se gestó la magia. “Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido” y empezaron a caer plumas y pelajes, “Con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido”, remitieron garras y colmillos. Dña. Pilar, que en su juventud debió de ser un toro, preguntó a las cabezas de los niños, que absorbían la metamorfosis a un ritmo de vértigo: “¿Qué milagro espera?” y a la niña que antes hacía de osa respondió: “La curación. La primavera es la vuelta a la salud”. Otro infante levantó la mano y tras el gesto de aprobación de la profesora intervino: “Tal vez el poeta estaba enamorado”. Se entabló un debate sobre si el escritor verdaderamente había planteado una metáfora sobre su esposa o eran versos que nacían de la contemplación de la naturaleza. Mientras, Serrat seguía entonando letras.
Era sexto de EGB en 1994 y aún quedaban dos años para que fuéramos personas. Después fuimos capaces de oír a Extremoduro y reconocer “Llanuras bélicas y páramos de asceta” en sus canciones, “son tierras para el águila, un trozo del planeta”. Y el niño que fue águila en la clase de Dña. Pilar, repitió las frases en su cabeza, sabiendo, como sabía, que sin ella, se habría quedado solo en animal."
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