La última edición de nuestro concurso juvenil de relatos ya tiene ganadores: https://www.zendalibros.com/ganadora-y-finalistas-del-concurso-juvenil-historiasdefuturo/
El ganador no está nada mal:
GANADOR
Autor: Julia Yunta Pérez
Título: El precio de la carne
Han pasado tan solo unos meses desde que la Tierra no dio más de sí. Desde el Gran Colapso, como empezaron a llamarlo, no queda nada.
Los animales se han convertido en mitos y el verde es un color que empiezo a olvidar. En mi viaje he visto ciudades sumergidas, campos de ceniza de incendios que nunca se apagan y escombros del tamaño de montañas donde antes había civilizaciones. Me parece que han pasado años, pero solo hace unas semanas que camino solo, vagando en busca de algo que llevarme a la boca. Hoy en día todos somos nómadas.
Me cuesta recordar la última vez que comí. Fue la última vez que tuve contacto con seres humanos. Eran unos comerciantes a quienes cambié mis zapatos por un potingue de supuestas verduras que me provocó arcadas. Con nada más que hacer que seguir caminando, rumio desde entonces las historias que me contaron esos comerciantes, de cosas terribles que llegaron a hacer por saciar su hambre.
Mis pies descalzos apenas pueden seguir arrastrando mi peso. Siento que en cualquier momento puedo derrumbarme. Este extraño desierto me dificulta avanzar, el aire es cálido y va cargado de polvo. A mi alrededor hay dunas de escombros y basura, todo lo que queda de esta ciudad. Solo deseo tirarme al suelo y dejar que el tiempo acabe conmigo.
Entre las nubes de polvo me parece ver que algo se acerca… ¿Podría ser? Ya no confío en mi juicio. Sin embargo, aparece una silueta. Se acerca, despacio y dando tumbos, y la figura se va volviendo más nítida. Es una mujer.
Se derrumba en el suelo, y con las ínfimas fuerzas que me quedan me acerco a ella y me arrodillo a su lado. La mujer es mayor que yo, y tiene el cuerpo destrozado. Ya parece más esqueleto que humano, pero aún respira, y me susurra un “ayuda” afónico y rasposo. No hay nada a nuestro alrededor más que ruinas y desolación, ya me parece un milagro haber cruzado nuestros caminos. Estoy desesperado, no sé cómo ayudarla y mi mente solo piensa en el hambre que me consume, mi garganta seca y mi estómago vacío. Y vuelven a mi mente las historias de los comerciantes…
Dejo de pensar. La mujer estira su huesuda mano a mi rostro temblorosamente, pero yo la aparto, y llevo mis manos a su cuello. Y aprieto.
Dejo de pensar. La mujer no pelea, me mira, atragantándose con su saliva.
Dejo de pensar. El estómago me golpea desde dentro con fiereza. Ella ya no se mueve.
Dejo de pensar. Porque ahora tengo carne, y por fin puedo dejar de moverme.