Génesis
Capítulo 1
La materialización del cuerpo
Apunto de salir de casa como estaba, el cartero no necesitó llamar dos veces para que al instante le abriera la puerta. Lo extraño fue escuchar de su boca mi nombre. A mis recientes ―y desde aquella mañana estrenados― dieciocho años, nunca había recibido correo alguno.
Con el entrecejo en gesto interrogante firmé la nota del certificado.
―No solo llega de lejos, de muy lejos… Además, tiene la característica de ser única por estos pueblos… ―dijo, guiñándome un ojo al tiempo que se despedía.
Era un sobre mediano, grueso y de color naranja. Y aunque por el reverso mostraba la naturalidad de un matasellos en el extremo derecho y, debajo, los detalles de mis datos, carecía de remitente.
Al cerrar la puerta tras de mí, con los nervios a flor de piel, comencé a abrir lo que parecía ser un libro, cuando el interior del sobre se iluminó.
Con las manos temblorosas, al abrirlo, salió un destello de luz. Sin soltarlo di un respingo, de puro acontecimiento. Antes de que mis dedos acabaran de extraer por completo lo que resultó ser una tablet, su pantalla resplandecía igual que en las noches en que miramos el firmamento.
Con la tablet entre mis manos, la imagen se volvió gris; ahora no había más que un mar triste y embravecido, golpeándose contra un pequeño horizonte, del cual emergió, hacia mí, un minúsculo pez.
―¡¿Un pez sireno?! ―grité en alta voz.
Ante mi estupor y sonrojo, el sonriente medio hombre, y medio pez, con una leve inclinación de cabeza y sin decir palabra, de un salto se posa en mi pecho y, con otro, en mi oreja izquierda.
Mientras mi vista luchaba con lo que veía, aún sin salir del asombro, sentí que clavaba los dientes en el lóbulo de mi oreja.
―¡Ay! ―exclamé, descolgándolo y sujetándolo con la mano.
Deslizándose, se enroscó en uno de mis dedos.
―¿Me soñabas? ―me preguntó.
―¡Hablas!
―¿No lo haces tú?
―¿Soñar con pendientes o con vampiros?
―¿Vampiros?
―¡Me has mordido la oreja!
―¿De qué hablas, chica? No he hecho nada que no te hayan hecho antes ¿Qué es vampiros?
―¡Son! ―lo corregí―. ¿Qué pretendes, tomarme el pelo?
―¿Tomar? Yo soy un mandado, a tu disposición, princesa... ―dijo posándose en mi mano e inclinando de nuevo la cabeza.
―¿Por qué? ¿Soy manca, boba o coja? ―le increpé―. Y si lo fuera, ¿qué?
―¿Vampira?
―Naa… unos seductores de talco, que vivían a su propia merced y a costa de las mujeres. El tópico de don juan, pero con las condiciones de la noche.
―¿Me ves tal cosa?
―¿En un pez? Aunque nunca se sabe... Que yo sepa, no eran del sabor de los sueños; muy al contrario. Además de solícitos, eran unos especialistas en el asedio. Vamos, unos aprovechados. ¿Y tú, aparte del sobre, de dónde sales?
―¿Aprovechados?
―¡Sí! A-pro-ve-cha-dos. Lo inverso a un hombre, vamos.
―¿Inverso a un hombre?
―Unos llorones, digo. Claro que, según dicen, lo de llorar siempre ha sido buen oficio.
―¿Qué dices, chica?
―¡Ya! Los donjuanes eran personajes ficticios, relacionados con la condición humana de la época.
―Reverencio tus oídos…
―Provocación no te falta, señor pez. Pero aún no ha dicho tu nombre…
―¿Nombre?
―Sí, nombre. Supongo que lo tienes, ya que los nombres son la base de materializarnos. Luego vinieron entre otras cosas, como los oficios… hasta el mismo vampirismo.
―Desde siempre sabían lo que se hacían. No menos que tú.
―¿Yo? ¿Qué quieres decir?
―De tu sueño, princesa, de tu sueño…
―¿Mi qué?
―Aparte de hablar, sé otras cosas… Que de riegos y lisonjas somos domésticos.
―¿Dónde está la gracia?
―En ti, princesa, en ti…
―Uf, qué cansino.
―Acabemos, que no quiero cansarte, por el momento...
―Sí, pero sigues sin decir tu nombre.
―Según tú, no lo necesitas ¿Me equivoco?
―¡Ea, pues no se hable más! ―añadí con falso enfado.
―Y ahora sé buena y ponme otra vez en tu orejita… ―dijo el pez.
―¿Buena? Mmm, eso no va conmigo. Y tú solo pareces moco de condena, pero me gustas…, y tanto que me gusta, ¿Pez?
Y lo colgué de sus dientes en el lóbulo de mi oreja izquierda. Pero esta vez me produjo un leve y dulce cosquilleo.
―El nombre de Pez te queda bien, que muy bien… ―dije con un leve mareo.
―Mmm…
―Traga, traga cuanto quieras.
―Mmm…