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Vaciar todo

Morir dignamente

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(@j-wayne)
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Buenas tardes, esta es la primera vez que escribo en este foro y, tengo mis dudas, de que sea el lugar indicado para comentar este tema. Ello no obstante lo planteo: cuando conversamos sobre este tema, con mis amigos que ya tienen todos más de sesenta, existe cierta unanimidad (y para algunos, absoluta certeza), de que ninguno de ellos quiere verse acabando sus días en una residencia de ancianos, sentado en una silla de ruedas. Algunos incluso se atreven a asegurar que a ellos esto nunca les va a ocurrir, obviando que la decisión, a partir de cierta edad y circunstancias, no es decisión propia sino ajena. Me gustaría compartir con ustedes un relato que escribí hace algunos años con el fin de plantear un debate del que huimos porque tenemos un miedo atroz a reconocernos candidatos a protagonistas, de esa historia, como si nosotros fuéramos distintos y eso nunca nos fuera a ocurrir. Por eso, si tengo que acabar así, si tenemos que acabar así, más nos vale reivindicar desde hoy mismo sábanas, ropa limpia y espesante suficiente.

Un saludo muy cordial

J. Wayne

 
Respondido : 28/07/2025 3:39 pm
Daniel reaccionó
(@daniel)
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Buenas noches. 

Este tema me toca muy de cerca, pues con casi 61 años, no dejo de recordar a mis padres; les cuidé y atendí en todo lo que necesitaron. Pero su ciclo vital siguió su curso y perdí con ellos, todo cuanto tenía.

Una Depresión por amor, me arrebató la juventud y los problemas de salud: fueron una constante.

No tengo mérito alguno en haber atendido a mis padres. Estoy jubilado desde los 30 años y mi situación, favoreció que pudiese volcarme en ellos. 

Lo más duro fue que partieron jóvenes. 

Primero el bueno de Juan, viejo "Lobo de Mar", hombre pausado y serio, hecho así mismo y cuyos inseparables compañeros. Siempre fueron su pipa, un libro y un whisky. 

Tras muchos años de navegación, enfermó gravemente del corazón y falleció tras una operación a corazón abierto, cayendo en coma y diciéndonos - hasta pronto- pasados catorce días. 

Creo que hay un Cielo y que las cosas ocurren por algo; la verdad es que a veces me invade la duda. Pero en esta situación. 

Fue una bendición que Juan partiese antes que la bella María José. 

Mujer de carácter y arrojo que sacó a sus hijos adelante, durante las largas campañas de navegación de Juan.

Con su bonita voz no dejaba de cantar y animarnos durante las largas ausencias de nuestro padre. 

Cuando Juan fue operado, María José, mi madre, empezó a padecer Alzheimer y a pesar del inicio de la enfermedad. Pudo saber que su gran amor, iba a partir. 

Durante casi un año le lloró pero cuando la enfermedad empezó a alienarla, dejó de llamarme Daniel para llamarme "Papá". 

Y se preguntarán porque saco a colación estos episodios de vida. 

Pues bien. Cuando vamos envejeciendo y desgraciadamente enfermamos. Quedamos a merced de los que son más jóvenes y no siempre se recibe el trato adecuado. 

Durante los largos ingresos de María José en el hospital por padecer una insuficiencia cardíaca severa. Me dí cuenta que parte del personal sanitario no contemplaban el cariño o la cercanía como vehículo de conducta. Por el contrario, tuve que afrontar situaciones injustas y muy desagradables que como hombre de armas; hubiese solucionado de otra forma. 

La cordura y el control de mis emociones, fueron el bálsamo que me hizo negociar conmigo mismo, una respuesta aguda y firme que marcaba un "tiempo muerto" en esas situaciones tan injustas. 

Antes decía que creo en un Cielo con la esperanza de que sea un lugar en el que el azul de sus cielos, el verdor de sus campos y la belleza de sus flores, no tengan fin. 

Que el sol no queme, sino cobije.            Que el viento no enfríe, sino refresque. 

Y a ese Cielo yo le pedí que María José partiese sin dolor o estertor alguno. 

Mi deseo se cumplió y esbozando una sonrisa y tomando mi mano. Cerró sus ojos y partió en paz. 

Como ya dije con anterioridad fuí hombre de armas y serví a mí Patria durante doce años de mí vida. El sentir y el corazón, me quebraron. Cuando la sangre, la impotencia y el dolor, se acercaron.

Allá por el norte donde tan solo eramos "Makotos" y se nos trataba como a "Cipayos". 

Descubrí el amor pero mi corazón estaba quebrado. 

Jamás olvidaré esa historia de amor tan bonita a la par que triste y desgarrada. 

Que me dejó sin vida. 

Pasando a ser el espectador de la que otros podían vivir. 

No tengo mérito en cuidar a mis padres hasta partir. Ellos fueron la vida que yo perdí y cuando me encontré solo. 

Tan solo las lágrimas y la soledad, venían a visitarme. 

Más con el paso del tiempo, aprendí a vivir y a amar. A sentir como los demás y la "Sombra del Soldado", comenzó a tomar distancias y alejarse de mí. 

Hoy puedo decir que no es tanto el miedo a partir lo que me preocupa. 

Me inquieta el que será de mí, sí enfermase y me convitiese en una carga:

¡No quiero llegar ahí!!!                                    ¡Prefiero partir!!!! 

Cuando visito a familiares que están en una Residencia, se me quiebra el alma. Es una sala de espera interminable en la que el dolor, el abandono y el silencio...... se sienten como la metralla cuando nos desgarra la carne. 

Solo me viene a la memoria el que será de mí:

Cuando estando, no lo esté del todo .          Cuando mi alma gritando dignidad, no se oíga.                                                                  Cuando miré a mi alrededor y no ves un atisbo de cariño y comprensión.                    Cuando ese momento llegué, solamente me quedará la Oración de un olvidado veterano que para muchos, nunca existió. 

Sigo teniendo miedo. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
Respondido : 28/07/2025 10:42 pm
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