El firmamento bosteza lunas de ópalo fundido,
despertando en los abismos del sueño un sol prohibido,
pues no es oro conocido, ni coral que el mar escupe,
sino el ámbar que se gesta en la sien de cada cúmulo.
Los horizontes se quiebran en vitrales sin memoria,
donde peces de neón nadan la tinta de la historia,
en cada grieta nocturna, revela risa de cristal,
rompe el pacto de la sombra, el presagio sideral.
Surgen torres de turquesa desde tierras imposibles,
coronadas por el viento con susurros invencibles,
donde el éter, cual semilla, un gigante de rocío,
bebe néctar de cometas, cual delirio del estío.
Mi mirada se hace halcón, rauda flecha que persigue,
la victoria de los tintes que la luz al fin consigue,
en cada estrella se apaga el eco que descifra,
un pecho de aurora, donde el pulso no se cifra.
Soy el dueño de esta danza, el que erige y propone,
en el lienzo del vacío, el tiempo que se dispone,
en el trono irreal, que mi conciencia se levanta,
coronada por el alba, que en mil himnos se decanta.
Ya, el rocío de lo nuevo moja el párpado del mundo,
una la fábula del escriba delata un éxtasis profundo.
¡Alborada victoriosa, sin cadenas ni temor,
soy el verbo que te nombra, soy tu eterno observador!
Respondido : 02/10/2025 12:30 pm
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