Radiografía de una democracia enferma.
La palabra raptada,
el odio convertido en dogma.
Hijos de la intoxicación digital,
donde el grito vale más que la razón,
y la indignación se disfraza de verdad.
El disparo que mató a Kirk
atravesó también la garganta del diálogo.
La sociedad que cambió la palabra por el plomo
eligiendo un chivo expiatorio.
Pero la sangre no reconcilia:
multiplica el rencor.
Estamos normalizando lo intolerable.
Su muerte no es martirio ni victoria:
es advertencia.
La pregunta no es por qué murió él,
sino qué parte de nosotros
ya ha muerto con él.