Cuántas veces me pregunto si los días tristes
tienen la textura y el aroma de las cartas no enviadas.
De esos gestos que no hicimos
por miedo a romper el mundo
con una sola palabra.
Hay voces que no se dicen,
solo se escriben en el vapor de un espejo
tras una ducha demasiado larga.
Con los labios sellados,
ni siquiera cuando tus manos temblaban
como si supieran
que ya no habría un después.
Sin embargo,
veo esa belleza sorda
en callar lo que quema,
en dejar que la herida se vista sola,
con su mejor sombra de ojos
y ese perfume que nadie recuerda,
cuyo nombre es ausencia.
Ese, el que todos huelen cuando algo se ha ido.
Quizás el amor era eso:
quedarse en la puerta,
con todas las palabras hechas nudo,
y sonreír como si no doliera.
Tal vez por eso escribo esta noche,
sobre esta lápida indecente:
para que al menos la ausencia
quede grabada.
__________________________________ Isidora Luna.