Mi espíritu va por los jardines,
la suspensión del tiempo
erige un prolongado silencio.
Siento el aire entrar al cuerpo
y un olor a agua podrida.
La piel se enfría,
ha llegado el día;
de una soledad vacía
desciende el profeta Elías.
Cubre con su manto
las ruinas que quedaban,
corta el predominio
de la línea horizontal sostenida.
El cilicio cae,
olvido la carne,
es el retorno a la austeridad
y la vida contemplativa.