Después de bailar entre calles, olvido la mochila con los libros, despierto en la banca de la estación de tren,
me apresuro a ver el río.
De espaldas a la ciudad,
veo a través del ventanal; afuera hay agua,
mi destino velado
y una realidad vigilante.
La puerta de un edificio se abre, entro por el pasillo a las escaleras, este desplazamiento es lo que tengo. Entro al museo por la salida, encuentro la ronda de noche y pierdo otra vez la rutina.