¿LA SONRISA DE MONA LISA?
El óleo se hace dueño,
dentro de una tabla pequeña,
con bocetos previos al retrato.
El fondo desaparece
entre ocres, grises y verdes negros difuminados.
Ella se sienta erguida
para posar casi en secreto,
atusando las mangas del vestido
para cubrir la redondez de sus brazos,
que dejan a la vista unas manos
con dedos vacíos de promesas o regalos,
sabiéndose esposa de un comerciante
florentino adinerado.
No sabe si sonreír o mostrar enfado,
no es su mejor pose
ante el gran maestro Leonardo.
Dicen de él que es un loco imaginario,
un ser con secretos de submundos
seccionados e inventados.
La Gioconda se remueve inquieta,
intuye que su lienzo vivirá
renaceres cargados de sombras,
de grandes cambios,
temiendo épocas de oscuridades
ocultas tras gruesos mantos.
Sonreía con disimulo para el retrato,
no fuera que sus ojos se viesen casi cerrados
por la presión de la comisura de sus labios.
Mona Lisa quedó retratada,
sin la intención de Leonardo
de ser entregada como un cuadro;
la custodiaría de por vida,
sabiéndose parte de ese escenario
en el que pintó secretos aún no revelados.
En el museo,
las miradas atestan el espacio
atentas a cada centímetro del cuadro,
descubriendo la mágica imagen
de la sonrisa y unos ojos abrumados
por la carga de su enlace
con Francesco del Giocondo,
comerciante adinerado,
dueño de su vida
pero no de su retrato.
Autora: María Bueno.
Respondido : 28/12/2025 10:39 am