Mis reminiscencias huelen
a los almanaques mundiales
de mi papa; viejos y amarillos.
Alejándome de los recuerdos,
cada vez estás más lejos de mi,
cada vez estoy más lejos de ti.
Pequeño, flaco y muy tímido.
Años buenos, los que fui,
cuando en las madrugadas
mi madre encendía la radio,
y la voz del predicador
decía: ¡Cristo te ama!
Y ahora, mirando hacia atrás,
¿me convertiré en estatua de sal?
ojalá pudiera volver,
ver a Caracas desde el cerro.