Pájaros sin rumbo.
Traen en el pico fetos que todavía laten,
a las mujeres que beben frente al acantilado,
envuelto su frío en hilo de tejer.
Hilo rojo,
color del recién nacido.
Las mujeres viejas en alma seguían tejiendo su bufanda, con su sucio hilo.
Viejas vírgenes, el sexo oloroso nunca hendido,
el lucero brillando encima.
Los fetos chillan,
se escabullen entre la arena y el salitre.
El mar ruge sangre de atardecer naranja.