El odio vuelve hiena al conejo,
hace de la noche, silencioso testigo
del suicidio.
Sin voz,
ni carta, deja tirada una conversación
y desprecia a su razón.
Aunque no veas el amor
sigue dentro tuyo.
Aun odiando a quien te mira,
quien entre lágrimas junta tus piezas
para reconstruirte.
—Para hallarse no hay que perderse
hay que buscarse entre lo roto—