Descansa mi locura en las bancas del convento,
me pierdo en la escansión,
alegre pero no demasiado.
Paso por las hendiduras
del dolor antiguo que aún pesa,
como trago amargo en la garganta.
El olor a cuero de elementos informales
entre las cosas,
en un afuera lejano,
sobre una superficie secreta
y oscura
y por ello más singular.
A fuerza de intensidad
he visto con mayor claridad el pliegue,
con una visibilidad profunda,
como irrupción del azar al interior.